MANUEL VALERO
En Prohibido fijar carteles, poemario al que se le ha concedido el III Premio de Poesía de la Facultad de Filología de la UNED, 2021, Manuel Valero Gómez (Alicante, 1986), profesor, crítico y poeta con una densa trayectoria ya, con títulos como Hijos del cometa Halley, o Noche entreabierta, que obtuvo el III Premio de Poesía Joven La Manzana Poética y Café Montparnasse, de 2012, es un intento de poetizar, sin concesiones, mediante la ironía y el sarcasmo, a veces, la nada del día a día de nuestro tiempo, la derrota y la decepción, pero también la necesidad y el deseo de resistencia, así como la situación de la poesía y del poeta ante esta realidad real semejante a un yermo; en el que la intertextualidad y la disposición visual del verso juegan un papel muy importante.
Las citas iniciales de Rimbaud: «Farce continuelle!
», y de Nicanor Parra: «Marx ha sido negado siete veces / y nosotros todavía seguimos aquí
», junto con el primer poema, a modo de frontispicio previo a las cuatro partes y un Final de que consta el libro, titulado: Didáctica de la historia, pero que lleva el subtítulo de épater le bourgeois, son ya, de por sí, auténticas declaraciones de intención.
El poemario, en efecto, se divide en los cuatro bloques o series de poemas mencionados y un Final; y el primero de esos bloques lleva por título: FUERA DE SERVICIO y como subtítulo: Instrucciones para tomar el metropolitano, y los poemas que lo componen van precedidos por una cita de Javier Egea de su Paseo de los tristes, otra declaración inequívoca de intenciones.
En esta serie, cada poema dialoga con un referente literario personal expreso, ya sea por evocación o diálogo intertextual: Harry Haller, Nazim Hikmet, Charly García o Pasolini; lo que imprime, al igual que lo hacen también las dedicatorias de algunos de los poemas, a poetas actuales y en esta y en la cuarta serie también a varias profesoras y profesores que han dejado huella en el autor, un sello aparentemente autorreferencial y culturalista al conjunto que, sin embargo, no supone barrera ninguna al menos, insalvable entre la poesía que se despliega y el lector; como tampoco son obstáculo ninguno, ni la quebrada distribución espacial de los versos en un buen número de poemas, ni las exigentes imágenes y metáforas con las que el autor los construye.
El lector, por contra, inmediatamente percibe sin la menor dificultad las grandes líneas de fuerza que dan sentido a cada uno de los textos y a la totalidad del conjunto: la soledad, la añoranza de lo perdido, un cierto desolado reconocimiento de la derrota inevitable, pero también la afirmación de lo real/vivo como destino del poema.