Hay presidentes de gobierno en curiosas actitudes. Hay un niño que cuenta pasos. Hay una urbanización de lujo. Hay una anciana que no está en lo que está. Hay una Cumbre del Futuro (spoiler: sale mal). Hay una camiseta punk. Hay una niña que sale en las revistas. Hay una empresa de alarmas. Hay un murmullo extraño. Hay un videojuego que predice el futuro. Hay gente que corre y gente que camina. Hay activistas medioambientales. Hay un acantilado y un templo. Hay un escritor encerrado en un baño. Hay una emisora de radio clandestina. Hay una cuenta atrás. Hay gente que duerme y gente insomne. Hay un soldado ciego que vio una guerra. Hay un filósofo que perdió la razón. Hay una bomba. Hay un espejo de sonido. Hay gente que escucha. Hay un funeral por el planeta. No hay futuro. El acto de clausura de la Cumbre del Futuro tiene un final inesperado que sitúa a los presidentes del G7 en una incómoda posición. Mientras sus asesores intentan averiguar quién ha causado ese problema y cómo solucionarlo, se intercalan escenas de la vida de unos personajes unidos por un hecho: todos escuchan un extraño ruido cuyo origen no pueden determinar. Este sonido provoca en ellos unos efectos secundarios que les harán replantearse sus vidas y sus convicciones éticas en un mundo que parece desmoronarse por momentos. Cuando el futuro se intuye como un territorio poblado de fantasmas, Diego Sánchez Aguilar recorre, en Los que escuchan, todas las formas de la ansiedad y el miedo que definen la sociedad contemporánea. Y de su implacable indagación va a ser difícil salir indemne.