GONZÁLEZ RUIZ, MIGUEL ÁNGEL
El escritor neoyorquino Washington Irving pasó varios meses en la ciudad de Granada, en el año l829, alojado en el palacio de la Alhambra. En aquella época el grandioso monumento árabe, hoy vigilado y protegido, estaba habitado por una variedad de personajes populares con los que Irving convivió e hizo amistad. Los relatos y tradiciones que escuchó de ellos, junto a otros diversos materiales y a una intensa inspiración romántica, le sirvieron de base para escribir sus Cuentos de la Alhambra.
Tiene dicha obra elementos de libro de viajes, de anecdotario, de diario personal, de descripción costumbrista e histórica, pero hay sobre todo siete leyendas en las que la magia y la imaginación brillan con especial esplendor y que constituyen lo que pudiéramos llamar el «corazón fantástico» del libro. Son narraciones llenas de aventuras, emoción, misterio y humor, donde se entrecruzan la ilusión y la realidad, lo maravilloso y lo cotidiano, el presente y el pasado. A través de ellas penetramos en fabulosos salones encantados o nos unimos al corro de los que cuentan cuentos de miedo alrededor de la hoguera, asistimos al baile de los vecinos en el valle del Darro o contemplamos a la fantasmagórica corte de Boabdil hechizada bajo la montaña, conocemos al soberbio monarca legendario y al alcalde ruin y avaricioso, al poderoso mago y al humilde jardinero, a la doncella ingenua y a la cautiva cristiana embrujada.