ADAPT: JOSÉ ANTONIO LAGO
Un año más, el Cuento Solidario acude puntualmente a su cita con los lectores, y en esta ocasión lo hace trayendo bajo el brazo una colección de relatos
gitanos, en su mayor parte de origen popular. Pocos pueblos tan adecuados como el gitano para simbolizar lo que entre nosotros ha representado la imagen del
«otro» durante un tiempo que se nos antoja, a todas luces, excesivamente largo.
Los gitanos, cíngaros, bohemios, romanís o calés, que por estos y muchos otros nombres son conocidos en todo el mundo, han sido, desde que tenemos noticias
de ellos (y estas noticias se remontan en nuestro país al remoto año de 1447), un pueblo sin patria, un pueblo perseguido, humillado, oprimido y marginado; una raza declarada maldita y arrojada extramuros de las ciudades. A los gitanos se les ha colgado el sambenito de ladrones y asesinos, cuando no de brujos; se les ha sometido a infames pragmáticas, como la de los Reyes Católicos, de infausta memoria; han tenido el dudoso privilegio de conocer la persecución de los nazis; y, en
alguna ocasión, se les ha llegado, incluso, a marcar a hierro como al ganado.
En este contexto, no es extraño que los gitanos se hayan visto obligados desde siempre a asumir el papel de nómadas y vagamundos, pues apenas se les ha
permitido ejercer otro oficio que el de herreros o petulengros y feriantes; y a nadie puede sorprender que un pueblo sometido a condiciones tan duras e inhumanas haya resultado prácticamente ágrafo y apenas haya dejado huellas escritas de su rica y variopinta tradición. Sin embargo, y a pesar de tantas penalidades, los gitanos pudieron mantener viva su tradición oral, y generación tras generación, reunidos en torno a las hogueras de sus campamentos, se han transmitido de padres a hijos sus relatos y sus coplas:
Per buchías e caba burdipén (Por cosas de este mundo nardián en trinquelés; nunca te apures;
sos ne aisna panipén que no hay mal
sos ne merelé que no acabe
ne mistó sos soralé. ni bien que dure.)
Como dice el escritor gitano canadiense Ronald Lee, de todas las historias que quedan por contar, es la de los gitanos la más extraordinaria. De modo que sirvan estos «Cuentos Gitanos» como nuestra modesta aportación a la recuperación de la memoria viva de este pueblo. Y, aunque yo no chano la chipí-callí mistó, sí chamuyo lo suficiente como para despedirme con un último poema en caló:
Saró an jelén sin fané; (Todo en amor es triste; bus fané y saró, mas triste y todo, sin o fendí sos charniqué. es lo mejor que existe.)
¡Sastipén!
Roberto Rey.
Director del Centro de Innovación Educativa