LOPERA RODRÍGUEZ, JOSÉ MARÍA
José María Lopera es un veterano poeta andaluz de La Bobadilla (Alcaudete-Jaén) con una larga y galardonada trayectoria en publicaciones y variada proyección cultural. Entre sus numerosas actividades literarias, dirige actualmente la revista literaria Álora, la bien cercada.
En la abundante obra de José María Lopera se combinan la poesía culta y la poesía popular que ha cultivado con fervor y éxito: dos vertientes, la misma elegancia el mismo porte, idéntica finura en las formas, similar lirismo en los contenidos.
Sedienta verdad de agua marchita, su último poemario, se compone de veinte poemas en edición bilingüe españolbúlgaro,traducidos por las poetas Zhivka Baltadzhieva y Rada Panchovska, en cuidada edición de Lastura con diseño y maquetación de Lidia López Miguel. La portada, delicada y cálida, es de Jesús María Muñoz Monge.
Por ellos desfilan el amor, la pasión, la esperanza, la duda, el temblor del paso del tiempo
Sus poemas destilan belleza, ritmo, musicalidad y comienzan con una declaración de principios encabezados por la generosidad: uno se rompe para tener la dicha / de componer a otro (
)/palpitando sonrisas en el sacrificio, para asegurar a continuación que siente la vida en la brillante luz que me desata. Aún con signos de temor e incertidumbre, el poeta camina porque la luz de la amada le resplandece.
Y es que el poeta necesita -y quién no-, amar y ser amado y así lo expresa en el poema que da título al libro :Y, cuando dudo si amo, estoy vacío / o en sedienta verdad de agua marchita.
En los poemas siguientes: El abejorro rubio, que anuncia un buen augurio en el amor y sin embargo roza el latir donde se ausenta la amada, o se convierte en una estrella-amor y tiene prisa por cazar estrellas . O en el titulado Noche triste, donde declara desolado que: Ni por asomo tú, / dulce amor, / me perteneces
y, también, en los finales versos de Te busco: Y no estás. Y te busco / Y hasta dudo si existes o eres nunca, el camino poético trazado por el poemario se llena de recodos sombríos donde la duda del poeta, el temor a la pérdida, penetran de una suave melancolía los versos. El caminante se mira en el espejo de los años y se sienta en el borde del sendero a reflexionar: Hoy es mi otoño ya y apunto frío / en la corteza de mi tronco viejo / y en las arrugas de mi piel marchita.
Y en ese descanso aparecen dos sonetos de factura impecable Quijotes y Soneto para ser escuchado por la oreja truncada de Van Gogh que, en su serena belleza, parecen ser una reflexión antes de que el poeta reinicie el camino hacia el final, hacia la meta, con la lírica depurada de Lejanías: Amor dame tu mano / porque ansío / acortar la visión a la aventura / de sólo hacerme luz / para mirarte
O con la impresionante imagen en Gorée, esa isla llena de simbolismos, de arenas rojizas, sin cementerio y sin escapatoria y donde: En su mar hay escrito / lo que el agua no lee / por no volverse lodo.
Se acerca ya el término del camino y aunque su corteza se arruga y se agrieta, luchador hasta el fin y luminoso, nos dice que: Mi mar es alegría
espuma de esperanza. Y así, serenamente esperanzado, confía y descansa con dos versos que forman una de las más bellas imágenes del poemario: someto el filo de mi angustia / al pan de tu paciencia
Ha llegado el poeta a la última jornada, y allí en esa estancia, nos lleva a reflexionar sobre el mundo y sus injusticias, sobre la impotencia, el dolor, las luchas y contradicciones de esta humanidad que, si prescinde y se olvida del amor, está irremisiblemente perdida y el poeta afirma: Sentí escalofríos / en mi sensible culpa
y se implica en un último sentimiento social de denuncia que no es sino otra forma de expresar amor y generosidad.
El libro es un bello ejemplo de oficio poético; en su versificación canónica alternan hepta y endecasílabos, alejandrinos, silvas blancas, sonetos
Todo este material es manejado como herramienta de orfebre para -como ya dije al inicio de estas líneas- transmitirnos sensibilidad pues si, como ya dice Valery, la vida del hombre moderno es una práctica esencialmente monótona. Solamente a través de la sensibilidad es posible romper, a sacudidas, la monotonía profunda de las funciones de la vida.
Y, junto a esa sensibilidad que traspasa, el poeta derrama la belleza, el ritmo, la musicalidad, para remover las fibras más profundas de nuestro sentimiento y llegar a través del más depurado lenguaje poético, desde un corazón que siente a fondo el mundo, la humanidad y sus sensaciones, hasta nuestro ánimo, implicándonos y convirtiéndonos, de lectores, en intérpretes y compañeros de su caminar.
El camino ya ha terminado. El poeta nos ha hablado y en pasos llenos de lirismo y belleza nos ha conducido a entrar en nosotros mismos y a considerar una reflexión última: el amor, la generosidad salvan al caminante. El camino, los caminos de todos, tienen su final, pero la huella del caminante, cuando es profunda y auténtica, impregnada en amor total, nos marca y nos ejemplifica.
Sedienta verdad de agua marchita es un libro para leer sus versos con sosiego y pausa y para percibir, también, sus silencios, tan importantes en la buena poesía como el poema mismo. Seguro que José María Lopera, con este poemario, deja una huella indeleble de amor, belleza y generosidad en todos y cada uno de nosotros.