MARTÍNEZ ANAYA, REMEDIOS
Durante toda mi vida he intentado, a través de mis libros, demostrar la grandeza y la fortaleza de la mujer y su importancia en el devenir de la historia de los seres humanos. En mis novelas y poemas, a través de la crítica y, al mismo tiempo, de la comprensión, me he esforzado en dignificar sus vidas, en entender las razones de sus comportamientos, en realzar sus valores, poniendo mi atención especialmente en las mujeres humildes y sacrificadas de la España profunda, sometidas y oscurecidas por la ignorancia y la injusticia, llegando hasta las víctimas del fanatismo religioso dentro y fuera de nuestras fronteras, desde la Edad Media a la actualidad.
En este libro he querido abarcar un poco más, haciendo un somero resumen de la historia de la mujer empezando por el mito de Eva hasta nuestros días, tratando de entender y denunciar las causas que durante tantos años han tenido sometida a la mitad de la humanidad. Y de entre la ingente cantidad de mujeres que han destacado por su valor, me he fijado en tres de ellas por su gran significación:
La primera, Henrietta Faber, suiza, que tuvo que disfrazarse de hombre para estudiar medicina y para ejercerla, que, entre otras muchas aventuras, acompañó a las tropas de Napoleón durante su descabellada invasión de Rusia y acabó sus días en América después de toda una vida de ocultación por el gran pecado de ser mujer y ejercer un «oficio de hombre».
La segunda es una gran española, María de la O Lejárraga, políglota, culta, maestra de una gran vocación, abnegada política en su afán por mejorar las condiciones de vida de los más desfavorecidos, feminista a su manera porque antepuso el amor a su marido a demostrar su valía como escritora, pero defensora a ultranza de los derechos de las demás mujeres, de los niños y de todos los oprimidos.
La tercera es Irena Sendler, «El ángel de Varsovia», increíble heroína que, a riesgo de su vida, con una inmensa capacidad de amor y entrega, salvó a más de 2500 niños del gueto de Varsovia. Pero nadie reconoció la grandeza de su acción hasta su ancianidad.
A este conjunto de biografías les he dado el título de Mujeres silenciadas porque así fue realmente como vivieron, silenciadas por una sociedad que fue incapaz de reconocer sus méritos a causa de injustos prejuicios. Y he querido recrear sus vidas de manera intimista, como si nos estuvieran hablando en confianza a cada uno de nosotros contándonos sus ilusiones, sus fracasos, sus logros y sus sueños. Espero que podamos aprender mucho de estas mujeres excepcionales.
Remedios M Anaya
